En el futuro, la mayoría de la gente no tendrá más opción que aprender nuevas aptitudes de forma continua, de modo que será esencial enseñar a estudiantes y adultos a aprender eficientemente.
Si podemos demostrar a los estudiantes que tienen el poder para desarrollar una aptitud de su elección y que, aunque no es fácil, conlleva muchas recompensas que harán que merezca la pena, habrá muchas más posibilidades de que utilicen la práctica deliberada para desarrollar varias destrezas a lo largo de su vida.
Cuando preparamos una clase, determinar qué debería poder hacer un alumno es mucho más eficaz que determinar qué debería saber. Luego, la parte del conocimiento se une al proceso.
Si enseñamos a un estudiante datos, conceptos y normas, los guardará en la memoria a largo plazo como elementos individuales, y si desea hacer algo con ellos, como utilizarlos para resolver un problema, razonar para responder a una pregunta u organizarlos y analizarlos para hilvanar un tema o hipótesis, intervendrán las limitaciones de atención y la memoria a corto plazo. El estudiante debe tener en mente todas esas piezas inconexas a la vez que trabaja con ellas para encontrar una solución. Sin embargo, si esa información se asimila como parte del proceso de creación de representaciones mentales destinadas a hacer algo, las piezas pasan a formar parte de un patrón interconectado que aporta contexto y significado a la información, con lo cual es más fácil trabajar con ellas.
las predicciones se hacen realidad: la niña a la que le dijeron que se olvidara del deporte nunca golpea bien una pelota de tenis o de fútbol; el niño al que le aseguraron que no tenía oído jamás aprende a tocar un instrumento o a cantar bien; y los niños a los que se les dijo que no eran buenos en matemáticas llegan a creérselo. La profecía acaba cumpliéndose.
si los genes desempeñan un papel, este sería el de condicionar las probabilidades que tiene una persona de llevar a cabo una práctica deliberada o lo eficaz que podría ser esa práctica.
Por ejemplo, es posible que algunos niños nazcan con una serie de genes que les hacen sentir más placer dibujando o haciendo música. En ese caso, esos niños serán más proclives a dibujar o hacer música que otros.
Tom Brady fue elegido en la sexta ronda del draft de 2000, después de otros ciento noventa y ocho jugadores, y acabó convirtiéndose en uno de los mejores quarterbacks de la historia.
Pero, aparte de rasgos físicos muy básicos, como la altura y el tamaño corporal en el deporte, no tenemos pruebas firmes de que existan esos requisitos mínimos. Sí sabemos, y esto es importante, que en el caso de las personas que han practicado lo suficiente y alcanzado cierto nivel de destreza en su ámbito no existen indicios de que unas habilidades determinadas genéticamente influyan en la decisión de quién figurará entre los mejores.
Y aquí extraemos el principal mensaje: a largo plazo, los que se imponen son los que practican más y no los que contaron con cierta ventaja inicial gracias a su inteligencia o algún otro talento.
principio no sintieron la misma presión para progresar. Y aquí extraemos el principal mensaje: a largo plazo, los que se imponen son los que practican más y no los que contaron con cierta ventaja inicial gracias a su inteligencia o algún otro talento.
motivo, según descubrieron los investigadores, era que los jugadores de élite con un CI más bajo solían practicar más, lo cual mejoraba sus aptitudes hasta el punto de que obtenían mejores resultados que los jugadores de élite con un cociente más elevado. El
Por raro que nos parezca a quienes nos hemos criado con los personajes de ficción torturados pero brillantes que destacan en el ajedrez, todo indica que una mayor inteligencia no guarda relación con un nivel ajedrecístico más elevado en adultos.
la gente no deja de aprender y mejorar porque haya alcanzado un límite innato de rendimiento, sino porque, por alguna razón, ha dejado de practicar o ni siquiera ha empezado a hacerlo. No existen indicios de que personas por lo demás normales nazcan sin un talento innato para cantar, resolver problemas matemáticos o ejecutar cualquier otra destreza.
la lección es que las habilidades de Donny, o cualquier otro savant, para el cálculo de fechas no tienen nada de mágico.
los savants autistas son mucho más proclives a prestar atención a los detalles y a conductas repetitivas.[18] Cuando algo les llama la atención, ignoran todo lo demás y se recluyen en un mundo propio.
Da la casualidad de que he convertido la investigación de las historias de esos prodigios en un hobby y puedo afirmar con seguridad que nunca he encontrado un caso convincente de alguien que desarrolle habilidades extraordinarias sin una práctica intensa y prolongada.
Esta es la cuarta fase de la ejecución experta, donde algunos rebasan el conocimiento existente en su ámbito y realizan aportaciones creativas únicas. De las cuatro fases, es la que menos comprendemos y la más interesante.
Pero el patrón de mejora dejaba claro que la habilidad para reconocer notas podía trabajarse en los adultos, al menos en algunos, y si se mantenía ese entrenamiento, o tal vez si se utilizaba un planteamiento más eficaz, varios de esos sujetos podrían haber desarrollado un oído absoluto.
El cuerpo y la mente son más adaptables en la infancia y la adolescencia que en la edad adulta, pero en casi todos los aspectos siguen siéndolo hasta cierto punto durante toda la vida.
En otras palabras, superada ya la pubertad, nuestros huesos conservan su capacidad para cambiar en respuesta al estrés.
En esta fase, la motivación es solo del estudiante, pero es posible que la familia siga desempeñando un destacado papel de apoyo. Por ejemplo, en el caso de los adolescentes que van a otras zonas del país a formarse con un entrenador importante, la familia suele trasladarse con ellos. Y el propio entrenamiento puede ser increíblemente caro, no solo el coste del profesor o entrenador, sino también el material, el transporte, etc.
En general, durante sus años de adolescencia los futuros expertos adquieren un gran compromiso para convertirse en los mejores. Ese compromiso es la tercera fase. En ella, los estudiantes a menudo buscarán a los mejores profesores o escuelas para su formación, aunque ello les suponga trasladarse a la otra punta del país.
Todavía no podemos responder a esa pregunta, pero sabemos que la gente que desarrolla destrezas en cierta disciplina practicando durante años parece sentir mucho placer al llevarla a cabo. A los matemáticos les gusta dedicarse a las matemáticas.
Bloom descubrió que, tras un período de dos a cinco años en esta fase, los futuros expertos empezaban a identificarse más con la destreza que estaban desarrollando que con otros ámbitos de interés, como la escuela y la vida social. A los once o doce años se veían como pianistas, nadadores o matemáticos antes de cumplir los diecisiete o dieciocho. Empezaban a tomarse en serio lo que hacían.
Una vez que un futuro ejecutante experto muestra interés y aptitudes en un ámbito, el siguiente paso normalmente es asistir a clase con un entrenador o profesor.
Al principio, los padres juegan con el niño a su nivel, pero poco a poco orientan la actividad hacia el verdadero propósito del «juguete». Le explican los movimientos especiales de las piezas de ajedrez. Le enseñan cómo se utiliza el palo de golf para golpear la bola. Revelan la capacidad del piano para producir una melodía y no una mera cacofonía.
el patrón general de esos futuros expertos es que en un momento dado mostraron gran interés por un ámbito, en el que parecían más prometedores que otros niños de una edad similar
Pero probablemente no sea coincidencia que por lo general sean los hermanos pequeños los que han alcanzado cotas más altas. En parte podría obedecer al hecho de que los padres aprenden de sus experiencias con los hermanos mayores y lo hacen mejor con los pequeños, pero también es probable que la presencia de un hermano mayor que participe en una actividad determinada ofrezca ventajas al menor.
mirada pormenorizada a lo que se precisa para sacar pleno rendimiento de la adaptabilidad humana y llegar a la frontera de sus capacidades. Normalmente, ese proceso empieza en la infancia o los primeros años de adolescencia y se prolonga una década o más hasta que se alcanza el nivel experto
mirada pormenorizada a lo que se precisa para sacar pleno rendimiento de la adaptabilidad humana y llegar a la frontera de sus capacidades. Normalmente, ese proceso empieza en la infancia o los primeros años de adolescencia y se prolonga una década o más hasta que se alcanza el nivel experto. Pero no se detiene ahí.
Judit fue la joya de la corona del experimento de László Polgár. Fue nombrada gran maestra a los quince años y cinco meses, lo cual la convertía en la persona más joven, ya fuera hombre o mujer, en alcanzar ese nivel.[3] Hasta su retirada en 2014 y durante veinticinco años fue la ajedrecista número uno del mundo. En una ocasión llegó al número ocho del mundo en ambas categorías y en 2005 se convirtió en la primera mujer, y hasta la fecha, única, que participó en el Campeonato Mundial absoluto.
finales de los años sesenta, el psicólogo húngaro László Polgár y su mujer, Klara, se embarcaron en un gran experimento que consumiría su vida durante un cuarto de siglo.[1] László había estudiado a centenares de personas consideradas genios en una disciplina u otra y concluyó que, con la educación adecuada, cualquier niño podía convertirse en un genio.
Esa técnica puede utilizarse en casi cualquier ámbito: crear un grupo de personas interesadas en lo mismo, o unirse a un grupo ya existente, y aprovechar la camaradería y las aficiones comunes como motivación extra para alcanzar nuestros objetivos. Esa es la idea que subyace en muchas organizaciones sociales, desde clubes de lectura y ajedrez hasta teatros comunitarios, y unirse a un grupo como ese o, si es necesario, formarlo, puede ser una fantástica solución para que los adultos mantengan la motivación.
Sus padres les dijeron que podían dejarlo si querían, pero que primero debían seguir practicando lo suficiente para recuperar el nivel anterior. Y funcionó. Una vez que hubieron practicado un tiempo y vuelto al punto de partida, se dieron cuenta de que podían continuar mejorando y de que aquel revés era solo temporal.
Los estudios realizados con ejecutantes expertos nos indican que, una vez que hemos practicado un tiempo y podemos ver los resultados, la propia destreza puede pasar a formar parte de nuestra motivación. Nos enorgullecemos de lo que hacemos, los cumplidos de nuestros amigos nos causan placer y nuestro sentido de identidad cambia. Empezamos a vernos como un orador público, un flautista o un creador de figuras de origami.
¿Qué errores estamos cometiendo y cuándo? Salgamos de la zona de confort y veamos qué es lo primero que se desmorona. Luego diseñaremos una técnica de entrenamiento para mejorar esa carencia en particular.
es aplicable a todos aquellos que se enfrenten a una fase de estancamiento: la mejor manera de superarla es plantear nuevos desafíos a nuestro cerebro o cuerpo. Por ejemplo, los culturistas cambian el tipo de ejercicios que llevan a cabo, aumentan o disminuyen el peso que levantan o el número de repeticiones y modifican su rutina semanal. En realidad, la mayoría varían proactivamente sus patrones para no caer en el estancamiento. Cualquier capacitación en múltiples ámbitos se basa en el mismo principio: alternar diferentes ejercicios para desafiarnos a nosotros mismos de distintas maneras.
El sello distintivo de la práctica intencional o deliberada es intentar algo que no sabemos hacer, que nos saca de nuestra zona de confort, y ensayarlo una y otra vez, centrándonos en cómo estamos haciéndolo, dónde erramos y cómo podemos mejorar. La vida real (nuestro trabajo, nuestra educación académica, nuestras aficiones) rara vez nos brinda la oportunidad de llevar a cabo una repetición concienzuda de esta índole, así que, para mejorar, debemos generar oportunidades nosotros mismos.
la atención y la concentración son cruciales, así que unas sesiones de entrenamiento más cortas y con unos objetivos más claros son la mejor manera de desarrollar nuevas destrezas con mayor rapidez. Es mejor entrenarse menos tiempo al cien por cien que al 70 % durante un período más largo. Cuando notemos que ya no somos capaces de concentrarnos adecuadamente, hay que poner fin a la sesión. Asimismo, debemos asegurarnos de que dormimos lo suficiente para poder entrenar con la máxima concentración.
En el culturismo o la halterofilia, si vamos a intentar levantar el máximo peso que nos permita nuestra capacidad en ese momento, debemos prepararnos antes y estar totalmente centrados durante el ejercicio.
«hacerlo todo de manera correcta una y otra vez hasta que la excelencia en cada detalle se convierta en un hábito firmemente arraigado».[13]
Esto es clave para sacar el máximo rendimiento a cualquier tipo de actividad, desde clases particulares o en grupo hasta entrenamientos en solitario, juegos o competiciones: hagamos lo que hagamos, que sea concentrados. Cole Armstrong,
Si hemos llegado a un estadio en el que ya no mejoramos con rapidez o no lo hacemos en absoluto, no hay que temer buscar un nuevo instructor. Lo más importante es seguir avanzando.
Cuando practicamos solos, dependemos de nuestras representaciones mentales para llevar un seguimiento de nuestra ejecución y determinar qué podemos estar haciendo mal. Esto no es imposible, pero resulta mucho más difícil y menos eficiente que contar con un profesor experimentado que nos enseñe y nos proporcione feedback. Es especialmente complicado en los primeros estadios del proceso de aprendizaje, cuando nuestras representaciones mentales todavía son vacilantes e imprecisas; una vez que hemos desarrollado unas representaciones sólidas, podemos trabajar a partir de ellas para crear otras nuevas y más eficaces.
Si pudieran desarrollarse programas de formación que redujeran a la mitad el tiempo que necesita un cirujano para alcanzar el estatus de experto, ello podría suponer una importante diferencia para los pacientes.
Si funciona como está previsto, el resultado es una mentalidad completamente distinta de la habitual en la que la jornada laboral es solo para trabajar y la práctica se realiza únicamente en ocasiones especiales, como cuando llega un consultor y organiza una sesión de formación. Esta mentalidad orientada a la práctica es muy similar a la de los ejecutantes expertos, que están constantemente practicando y, cuando no, buscan formas de perfeccionar sus destrezas.
La mentalidad de la práctica deliberada ofrece una perspectiva muy distinta: cualquiera puede mejorar, pero ello requiere el enfoque correcto. Si no mejoramos, no es porque carezcamos de talento innato, sino porque no practicamos de la forma correcta. Cuando se entiende esto, la mejora pasa a ser cuestión de averiguar cuál es esa forma correcta.
El primero es un viejo amigo nuestro, la creencia de que las habilidades de una persona están limitadas por características genéticamente definidas. Esa creencia se manifiesta en toda clase de afirmaciones del tipo «no puedo…» o «no soy…»: «Yo no soy muy creativo»; «No sé tratar a la gente»; «No soy muy bueno con los números»; «No puedo hacerlo mejor de lo que lo hago…». Pero, como hemos visto, el tipo de práctica adecuado puede ayudar a mejorar a casi todo el mundo en casi cualquier ámbito en el que decida centrarse. Podemos configurar nuestro propio potencial.
Top Gun proporcionaba a los pilotos la oportunidad de probar cosas distintas y cometer errores sin consecuencias fatales, de obtener feedback y de averiguar cómo hacerlo mejor, y al día siguiente ponía a prueba lo que habían aprendido. Una y otra vez.
En su influyente libro House of Cards: Psychology and Psychotherapy Built on Myth, el psicólogo Robyn Dawes describía diversas investigaciones que mostraban que los psiquiatras y psicólogos titulados no eran más eficaces en la realización de terapias que personas profanas que había recibido una mínima formación.
La práctica deliberada tiene lugar fuera de la propia zona de confort y requiere que la persona intente constantemente hacer cosas que están justo un poco más allá de sus habilidades actuales. Por lo tanto, exige un esfuerzo casi máximo, lo que en general no resulta placentero.
En concreto, la práctica deliberada está informada y guiada por los logros de los mejores ejecutantes y por la comprensión de qué es lo que hacen esos expertos para sobresalir. La práctica deliberada es una práctica intencional que sabe adónde va y cómo se llega.
generalmente se descubre que los mejores ejecutantes de una disciplina son los que han dedicado más tiempo a diversos tipos de práctica intencional.
cambio fundamental que se produce en nuestro adaptable cerebro en respuesta a la práctica deliberada es el desarrollo de mejores representaciones mentales, lo que a su vez abre nuevas posibilidades de mejorar nuestro nivel de ejecución.
no existe nada parecido al desarrollo de una destreza general. No se puede entrenar la memoria: se entrena la memoria para secuencias de dígitos, o para conjuntos de palabras, o para rostros de personas.
mentales es que estas resultan muy específicas para cada
Gran parte de la práctica deliberada implica desarrollar representaciones mentales cada vez más eficientes que se pueden utilizar en cualquier actividad que se realice.
desarrollar ciertas partes del cerebro mediante un entrenamiento prolongado puede tener un precio: en muchos casos, las personas que han desarrollado una destreza o aptitud en un grado extraordinario parecen haber experimentado un retroceso en otra área.
La más importante es que los cerebros más jóvenes, los de los niños y adolescentes, son más adaptables que los cerebros adultos, de manera que el entrenamiento puede tener mayores efectos en las personas más jóvenes. Dado que el cerebro joven está desarrollándose en varios aspectos, el entrenamiento a edades tempranas puede configurar de hecho el curso del desarrollo posterior, produciendo cambios significativos.
el entrenamiento regular produce cambios en aquellas partes del cerebro que se ven desafiadas por dicho entrenamiento. El
cuanto más tiempo llevaba trabajando alguien como matemático, más materia gris tenía en el lóbulo parietal inferior derecho, lo que sugeriría que el incremento de tamaño era producto de un pensamiento matemático prolongado, y no algo con lo que había nacido la persona.
Los investigadores que realizaron el estudio creen que sus ejercicios de entrenamiento enseñaron al cerebro de los sujetos a hacer un mejor trabajo de procesamiento, lo que a su vez permitió a los sujetos distinguir detalles más pequeños sin que hubiera mejora alguna en la señal procedente de los ojos.
He aquí, pues, la práctica intencional en dos palabras: salgamos de nuestra zona de confort, pero hagámoslo centrando nuestra atención, con objetivos claros, un plan para alcanzar dichos objetivos y una forma de monitorizar los progresos. ¡Ah!, y necesitamos encontrar un modo de mantener nuestra motivación.
Mantener la concentración y el esfuerzo que requiere la práctica intencional es una labor ardua, y en general no resulta divertido.
Esta es una verdad fundamental válida para cualquier tipo de práctica: si uno no se fuerza nunca a ir más allá de su zona de confort, no mejorará jamás.
La práctica intencional implica feedback;
Es decir, el récord mundial de Hayes en 1908 le cualificaría para correr en la actual maratón de Boston (en la que participan alrededor de treinta mil corredores), pero no con demasiado margen.
Trabajó conmigo durante más de doscientas sesiones de entrenamiento, y al final llegó a los ochenta y dos dígitos, ¡ochenta y dos! Si el lector se detiene a pensar un momento en ello, se dará cuenta de lo increíble que es en realidad esta capacidad de memoria.
La consecuencia obvia es que el oído absoluto, lejos de ser un don concedido solo a unos pocos afortunados, es una habilidad que puede desarrollar prácticamente cualquier persona con la práctica y el entrenamiento adecuados.
Malcolm Gladwell, un divulgador de éxito, ha acuñado una expresión que ha hecho fortuna: Para alcanzar la maestría en una actividad —sea la matemática, la gimnasia, el ajedrez o la cocina— hacen falta diez mil horas de entrenamiento. En el presente libro, Ericsson ha resumido el resultado de sus investigaciones. Según él, lo que permite alcanzar la maestría —la expertise— es la práctica deliberada. No cualquier tipo de práctica, porque miles de horas de experiencia pueden no producir ninguna mejora, sino un entrenamiento bien dirigido.